Despertares
A través de los siglos, miles de personas han peregrinado a lugares sagrados para contemplar el amanecer en búsqueda de esperanza. Espacios llenos de presencia,
donde se cree que es posible transformar el dolor si alguien es movido por la fe que reside en el corazón.
El caminar ha surgido con la humanidad en su afán de supervivencia y necesidad. Peregrinar le ha otorgado al movimiento un sentido diferente, ha impregnado al desplazamiento de una fuerte carga simbólica. Los destinos en este recorrer se han transformado en geografías de lo intangible, donde la frontera entre lo material y espiritual se disuelve. Espacios concretos en los cuales conviven los milagros.
Lugares que irradian la fuerza de millones de plegarias. Fotografías directas del color del cielo en dichos sitios al alba evocan el estado extático que produce la repetición de un mantra e invita al espectador a resonar en la experiencia colectiva.
Que la fuerza acumulada de tantos seres y el nuevo día abra, en quien la contempla, la posibilidad de creer.
Presencias
500 espejos sembrados uno a uno en el paisaje, como una ceremonia, permiten que la proyección del cielo los transforme a cada instante en el transcurrir del día. Espacios cóncavos habitados por la luz evocan una presencia. La historia vive en la memoria de la tierra. Nuestro paso por el mundo, cicatrices en la edad del universo. Para las comunidades de los Andes, los espacios abiertos entre dos contingencias se consideran portales hacia lo mágico, donde la manifestación del mundo sutil se hace posible. Estos espacios liminares funcionan a su vez como receptáculos de plegarias y de agradecimiento. En la celebración a la Pachamama cada año al formular un agujero en la tierra y brindarle una ofrenda por todo lo que nos fue dado, en la mesa dispuesta en Todos los Santos para recordar a aquellos seres quienes ya no están. Aquí el espacio no se limita únicamente a la percepción de lo visible sino que revela siempre una realidad absoluta.
Umbrales que dan cobijo a los latidos que han pasado y portan, en su reflejo, sus promesas.
Sebastián Szyd