Eclipse de amor playero
Tomo como musa de mis obras a ciertos aspectos de la naturaleza (sol, luna, plantas, etc),
sus fenómenos (atardeceres) y fuerzas (tormentas). Y es en su contemplación (atardeceres
por ejemplo) donde logro un estado de meditación similar al que experimento al pintar.
Mi obra no nace conceptualmente, sino de un estado meditativo, ojos y manos entienden y
actúan según su lógica, mi intelecto está en pausa.
Me interesa esta situación que se da, en la naturaleza y en mí; abstracción y figuración
unidas, cuerpo y saberes indivisibles, mancomunadas por un movimiento, una acción, todo
sucede, todo es, sin especulaciones, casi sin intenciones.
En este paisaje playero hay una gaviota que levanta vuelo sobre el mar y por delante del
sol, un sol muy claro (al igual que la gaviota), casi blanco, con sus rayos que se abren como
flechas incandescentes. Hay colores vibrantes, flúor a su alrededor en el cielo y en los
reflejos del oleaje, que recrea la situación de luz intensa y ceguera que da el sol cuando
amanece o es pleno mediodía y si miro fijo, hace que tenga que cerrar los ojos.
El cielo es celeste claro, parece despejado, sin embargo hay unas manchas de colores bien
demarcadas…Será el viento el que arma esas formas? ¿Será el sol que le da estos
colores?¿Será un efecto óptico?.
Cielo y mar se funden por los colores y por el grado de abstracción de la imagen. Los
colores del cielo se repican como ecos de éste en el movimiento del agua.
Inhalo y exhalo, veo el cielo y el mar, son uno como mi respirar.
Ana Schprejer